1/09/2016

Asesinato de Gisela Mota: entre la violencia política de género y el crimen organizado

Daniela Villegas 

Daniela Villegas
@danyelavillegas

En un país como México en el que hasta junio de 2015 se habían registrado el asesinato de 73 alcaldes en la última década, según datos de la Asociación de Autoridades Locales de México (AALMAC), el homicidio de la recién electa alcaldesa del municipio de Temixco, Morelos, Gisela Mota del Partido de la Revolución Democrática (PRD), se suma a una serie de asesinatos políticos en que se evidencia la falta de Estado de derecho prevaleciente en el país, especialmente a nivel municipal, en el que la delincuencia organizada, tiene el monopolio de la violencia, eliminando a cualquiera que se oponga a sus intereses económicos y políticos.

El 2 de enero, a tan sólo un día de haber ocupado el cargo, la joven política de 33 años y militante desde muy corta edad del PRD vio cesada su vida profesional y el triunfo histórico como primer mujer alcalde de Temixco por una ola de violencia que se ha instalado en México desde el gobierno de Felipe Calderón y con más fuerza durante el presente sexenio de Enrique Peña Nieto.

Lamentablemente no sería la primera vez que se asesinara a una mujer alcaldesa o candidata a alcalde. Habríamos de recordar los homicidios de la candidata a alcaldesa Aidé Nava por el PRD en el municipio de Ahuacuotzingo, Guerrero en 2015; el asesinato de la alcaldesa María Santos Gorrostieta Salazar del PRD de Tiquicheo, Michoacán en 2012, tras varios intentos previos de asesinato; el homicidio a la alcaldesa Marisol Mora Cuevas del PAN del municipio de Tlacojalpan, Veracruz en 2012 y de Luz María García Villagrán del PRI de Gran Morelos, Chihuahua en 2011.

Son varios los ejes que se entrecruzan en los casos de estos homicidios, por un lado a nivel general, la vulnerabilidad de las autoridades municipales ante la delincuencia, ya sean mujeres u hombres, y en el caso específico de las mujeres políticas el hecho de que pese a los avances en paridad constitucional, los crímenes pueden inhibir la ya de por sí insuficiente presencia de políticas a nivel municipal, así como la grave afrenta a los derechos políticos de las mujeres tanto como mujeres electas como a las mismas mujeres que las han elegido en su ejercicio de ciudadanía.

El asesinato político de Gisela Mota hace más que urgente la implementación del protocolo de seguridad que ya el 25 de noviembre la Magistrada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación María del Carmen Alanís proponía en una columna en el periódico mexicano El Universal. Este protocolo (que se encuentra en ciernes)  buscaría establecer acciones frente a casos de violencia política hacia las mujeres, desde los enfoques de género e interculturalidad.

Entre las distintas instancias que apuntalaba la funcionaria para que se encargarán de la elaboración e implementación de tal protocolo señalaba al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF); el Instituto Nacional Electoral (INE) y los Organismos Públicos Electorales Locales; las Fiscalías Especializadas para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) y para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra); el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres); las Comisiones Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim); y dos organizaciones de la sociedad civil así como dos académicas.

Ante las inminentes elecciones de 2016 en que se renovarán autoridades estatales, municipales, y de los congresos locales en 13 entidades de México, en donde participan varias mujeres es más que fundamental implementar un protocolo de seguridad eficiente de protección para quienes resulten amenazadas pues las mujeres políticas no sólo están en riesgo físico de perder la vida sino también la misma democracia, pues al anularse la vida de ellas se acaba con la vida política de la mitad de la población que lucha día a día por un ejercicio pleno de su ciudadanía.

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