11/23/2017

32 años después… la disputa por el “honor” de la incompetencia y la frivolidad




Foto: Wesley Bocxe

Incapacidad y desatino de las autoridades


Por Alejandro Varas

Unión de Periodistas. 23 de noviembre de 2017.- De manera insólita, 32 años después de los terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985, tembló de manera agresiva en la zona centro del país. Como si fuera un radical recordatorio de la naturaleza en protesta por la barbarie en la que se construyen las ciudades del siglo XXI, mostró de nuevo su fuerza y dejó al descubierto, como hace 32 años, la incompetencia e insensibilidad oficial, así como la corrupción entre autoridades y desarrolladores inmobiliarios.

Unas semanas antes, el 7 de septiembre, un sismo de magnitud 8.3, el más fuerte que se haya sentido en el país, con epicentro en las costas de Chiapas, devastó el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, y varias decenas de municipios del estado de Chiapas.

En ambos casos la constante es una incapacidad a la vista de todo el mundo; no importa si es gobierno municipal, estatal o federal, ni el partido que gobierna; todos se disputan el “honor” de la incompetencia y la frivolidad. Destacada mención tiene la presidenta municipal de Juchitán, ese heroico territorio istmeño, pues no sólo se ausentó en las zonas dañadas; además su cabildo se anotó para recibir recursos de la reconstrucción.

Ya no hablemos de la actitud del gobierno del señor Graco Ramírez (Morelos), con todas las denuncias por impedir que la ayuda de grupos sociales o de iglesias llegara a su destino, desviándolas a las bodegas del DIF estatal para que ellos la distribuyeran.

A lo único que atinan las autoridades es a poner albergues en escuela y/o deportivos y a acopiar alimento, ropa y medicinas.

La acción de la sociedad

En todos los casos de desastres y de convulsión social está demostrado que la sociedad, sobre todo la joven, responde de inmediato con acciones de solidaridad. No espera a que los grandes señores y señoras del poder les convoquen. Ellas y ellos se convocan solos, se vuelcan a brindar lo que pueden, a recolectar lo que se necesita y a poner el cuerpo con la finalidad de salvar la vida de alguien, sin saber quién es ni cómo se llama. Esta actitud heroica casi siempre se enfrenta a los poderes locales, que buscan por todos los medios posibles ocultar lo inocultable, lo evidente. Se da una acción casi rebelde con una sola misión: recuperar vidas y ayudar a los que lo necesitan, sin otra recompensa que el cansancio y la satisfacción de un deber cumplido.

El poder y sus corifeos buscan, igual que en 1985, que la gente no se movilice ni salga de sus casas a las zonas destruidas, pues esa acción de la sociedad es veneno para los planes del poder. La gente se da cuenta de lo que son sus autoridades y la gente bonita del dinero, que como en el caso del Tec de Monterrey ni la cara dan a los padres de los muchachos muertos en su campus.

En 1985, desde nuestro movimiento de damnificados empezamos a utilizar el término gramshiano de “sociedad civil”; incluso un libro publicado por UVyD 19 de septiembre se titula El despertar de la sociedad civil.

Menciono esto porque a mucha gente le gusta ponerle méritos a otras personas y no a las comunes y corrientes, que son las que de verdad construyen no sólo las ideas, sino las acciones que hacen que un problema tenga solución.

A diferencia de 1985, esta vez las familias damnificadas que han perdido sus viviendas y a algún integrante, o se encuentra en riesgo, o las y los trabajadores que no pueden laborar, no han podido construir un movimiento colectivo que les permita coordinarse y enfrentar sus problemas en mejores condiciones.

Individualismo, al extremo

El modelo económico neoliberal construido en estos 32 años ha logrado llevar al extremo el individualismo de las personas y tiene un común denominador: el mercado y el dinero. Así por ejemplo, hace 32 años las trabajadoras de la costura pudieron enfrentar a sus patrones y al gobierno por medio de su organización gremial, aunque esta fuera charra; sabían quién era el patrón y cuáles eran sus derechos. Hoy con el outsourcing no saben ni quién es el patrón ni cuáles son sus derechos. Incluso las centrales obreras oficiales hablan de “trata laboral”.

En el caso de las viviendas, aunque la gente sabe que hay elementos de mala calidad, de incumplimiento de las normas y de corrupción, no hay, hasta la fecha, una coordinación ni organización unitaria de los damnificados, y no es por la acción gubernamental, que en el caso de la Ciudad de México ha sido un desastre, sin brújula ni claridad del rumbo que deben tomar, sino porque todos buscan o pretenden resolver sus problemas con sus propios recursos. Creo que será en el momento en que su capacidad se enfrente con la realidad cuando empiecen a darse las acciones de organización de los iguales. Cuando el banco se presente a cobrar la hipoteca que deben, cuando el casero llegue a cobrar la renta que no le han pagado y cuando se pregunten: “¿Y ahora qué vamos a hacer, dónde vamos a vivir…?” Serán los momentos de buscar nuevas y viejas respuestas para dar solución a sus problemas.

Ha habido movilizaciones, reuniones, foros en diversos lugares lamentablemente no concurridas por los damnificados, sino por los grupos y organizaciones convocantes. En algunos casos, de manera grotesca buscan por este medio la atención del gobierno a sus viejas demandas, no a los problemas que hoy plantea el sismo del 19 de septiembre.

Robles y su populismo neoliberal

Como si fueran alumnos de la misma escuela, los gobiernos federal y local claman un “no al populismo”. Dicen que no se deben hacer acciones populistas ni caer en ellas, y entonces aparece la señora Rosario Robles y nos informa que van a dar una tarjeta con recursos de 40 mil a 120 mil pesos para que la gente reconstruya sus casas. Como si dar dinero a la gente no fuera populismo. Además, descubrimos que es una clase de populismo neoliberal donde el dinero va directamente a las manos de los acaparadores locales de materiales de construcción. Es decir, su brillante plan es que la gente compre los materiales de construcción a valores superiores del mercado y los damnificados vean cómo pagan la mano de obra. ¡Qué brillante forma de dar al mercado el disfraz de Caperucita! Por qué no controlar antes los precios, impidiendo que los coyotes hagan de las suyas y la gente jodida no salga más raspada de lo que ya está.

En el caso de la Ciudad de México, que conozco un poco más, la acción de gobierno es lamentable. Miguel Ángel Mancera ha salido a hacer declaraciones que no dan certeza ni estabilidad a las familias damnificadas. Por ejemplo: dice que pidió a la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios (ADI) participar para que ayuden en la reconstrucción de los edificios dañados. Es decir, que los responsables del caos en el que está metida nuestra ciudad serán los que la reconstruyan. Eso suena a negocio. Estos señores tienen el lema de “comprar barato y vender caro”; son los que con sus desarrollos tipo “nuevo Polanco” o parque Delta, han convulsionado desde el tránsito vehicular hasta la convivencia social entre los vecinos.

El gobierno de la ciudad ha brillado por su ausencia. Si bien Mancera aparece un día sí y otro también, la pregunta es dónde está Patricia Mercado, o el secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda, quien, por cierto, debería informarnos a todos por qué colapsó el edificio dónde estaban sus oficinas, el mismo que antes se llamaba hotel Plaza, que fue dañado en el 85 y hoy de nuevo está en riesgo. ¿De a cómo fue el cochupo por arrendar este inmueble? Si tenían uno propio en Eje Lázaro Cárdenas, donde estuvo el Súper Leche.

La atención del gobierno de Mancera se ha enfocado en donde están los reflectores: Roma, Condesa, Del Valle, Coyoacán, Benito Juárez. No está mal, pero es muy limitado para un gobierno central y para los gobiernos delegacionales, pues en general no hay atención ni una política central de emergencia para las zonas gravemente dañadas como Xochimilco, Tlahuac, Iztapalapa, entre otras, que como no están en los reflectores de los medios electrónicos parece que no existen. No es una exageración si afirmamos que hay zonas con graves fallas geológicas que por el sismo resultaron destruidas casi 40 por ciento de sus construcciones, calles y avenidas. Sin embargo, ni lo conocen y los delegados están ausentes, los de Xochimilco o Tláhuac, militantes de Morena, no sólo no aparecen, sino que además no cuentan con la mínima sensibilidad por su obligación de salvaguardar la vida de sus gobernados.

Las trampas y la corrupción parecen tomar otra frecuencia entre estos personajes mal llamados de izquierda. ¿Cómo es posible que paguen más de mil 600 cheques de 9 mil pesos por ayuda de renta a personas que no son damnificadas? Hablan y hablan, pero no hay un solo funcionario detenido, buscan el delito en quien cobró los cheques, pero dejan vivos a quienes autorizaron que estas personas cobraran. “Error humano”, señaló Mancera. Eso si hubieran sido tres o cuatro cheques, pero ¡mil 600!

La comisión de reconstrucción

Tan mal anda Mancera, que después de más de 30 días de la emergencia, deja la reconstrucción en manos del señor José Woldenberg, al nombrar a Ricardo Becerra comisionado, junto con Julia Carabias y Mauricio Merino, personajes ligados con el expresidente del IFE y con una visión comprometida con el poder fáctico en el país.

Una comisión para la reconstrucción de la ciudad, propuesta por un dizque gobierno de “izquierda” que no incluye a la población afectada, a la que en forma directa se va a atender, es completamente un despropósito para la izquierda, que siempre ha pregonado la importancia de la participación ciudadana.

Pero además es una comisión que no tiene experiencia técnica, política o social para las tareas de reconstrucción. Nadie duda que sean personas con amplios currículos, por cierto algunos de ellos de dudosa reputación, pero no lo tienen en esta delicada encomienda.

¿Qué hacer?

Me parece que la tarea central de toda reconstrucción es proponer los cambios que deben hacerse para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Todo apunta a que la estrategia del gobierno de la Ciudad de México, con sus planteamientos, es mantener el modelo de desarrollo urbano que hoy se aplica en la ciudad, en beneficio del gran capital financiero e inmobiliario con sus megaproyectos comerciales, habitacionales y de oficinas, que agreden a las familias de menores recursos y son hoy la causa del descontento social.

No hay varitas mágicas para resolver los problemas que hoy viven miles de mexicanos, lo que sí me queda claro es que el modelo económico es tan salvaje que una conclusión a mediano plazo es lograr cambios sustanciales en las formas de relación social en la reconstrucción. Que permitan al damnificado recuperarse sin endeudarse.

Escuchar a quienes hoy viven en las calles, campamentos o de arrimados, es un buen inicio para conocer los males que les aquejan y encontrar con ellos las soluciones.

Ensuciarse los zapatos sería un buen comienzo, pues Mancera tiene su uniforme, pero no va a las calles destruidas, sino a dónde sus empleados lo llevan.

La solución de fondo para este desastre y el que ha causado el neoliberalismo, los damnificados y la sociedad en general poco a poco la irán encontrando. Construyendo comunitariamente las soluciones podrán enfrentar de mejor manera la adversidad en la que viven.

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