La prohibición estableció lo siguiente:
“Los partidos políticos y los candidatos en ningún momento podrán contratar o adquirir, por sí o por terceras personas, tiempos en cualquier modalidad de radio y televisión.
“Ninguna otra persona, física o moral, sea a título personal o por cuenta de terceros, podrá contratar propaganda en radio y televisión dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular. Queda prohibida la transmisión en territorio nacional de este tipo de mensajes contratados en el extranjero”.
La prohibición de las “guerras sucias” o la contratación de propaganda para emprender campañas de odio dejó al margen el fenómeno de las redes sociales o de las grandes plataformas digitales en internet, como YouTube, Facebook o Twitter que, para 2007-2008, apenas comenzaban a despuntar como espacios de deliberación social y de contienda política.
A 12 años de distancia, el esquema ha cambiado por completo. Las “guerras sucias” volvieron y se adelantaron en la campaña presidencial de este año. Ahora, su territorio de disputa más importante son las redes sociales. De ahí, pretenden saltar a los medios masivos e impresos. Los esquemas, los mensajes y los personajes parecen ser hasta los mismos de 2006: la venezolanización de México si gana López Obrador, la catástrofe económica si cambiamos de partido, ahora con los agregados de la participación “rusa” y el supuesto pacto con los narcos del candidato de Morena.
Los mensajes son similares, pero ahora el problema no es el rating sino el algoritmo. El campo de batalla no son las pantallas televisivas sino los smartphones y las pantallas donde millones de jóvenes y ciudadanos se informan, divierten o conviven más de seis horas al día.
Se trata de “colonizar el algoritmo” de Facebook, Google y hasta de Twitter para incorporar los mensajes de miedo y de odio en los grupos o comunidades virtuales donde abrevamos millones de usuarios de las redes. No sólo los dirigidos a un candidato sino a toda la idea o posibilidad de cambio electoral.
El equipo de López Obrador y el mismo candidato han acusado el golpe. El candidato de Morena a la Presidencia de la República acusó al publicista de origen venezolano J. J. Rendón de ser el artífice de la reciente campaña de “guerra sucia” en las redes sociales que copia los mismos mensajes de miedo que se divulgaron en 2006.
“Yo espero que quienes contrataron a este señor, expliquen cuál es su estrategia, que se transparente este asunto; que los partidos, el PRI y el PAN, aclaren si lo contrataron”, afirmó López Obrador y pidió que el Instituto Nacional Electoral (INE) investigue este asunto.
Rendón no es un publicista común y corriente. Es un sembrador de odio y de polarización social con rasgos de megalomanía que sólo compiten con Donald Trump. No busca asesorar de manera legal sino ensuciar de manera ilegítima una contienda electoral. Se presta para ser el pararrayos y también el provocador, pero, en realidad, detrás de él se encubre la verdadera estrategia de los “colonizadores del algoritmo”.
El retrato de J.J. Rendón apareció en la revista Líderes con la declaración provocadora: “Haré todo lo que esté a mi alcance dentro de la ley para que AMLO no llegue a la Presidencia”.
Después se presentó a sí mismo como víctima en las redes sociales. Escribió en un tuit que “los ataques que he recibido en mis redes sociales desde México durante las últimas horas sólo demuestran la intolerancia, odio, racismo, visceralidad e irracionalidad que Morena promueve en la política. Verifiquen… Hasta amenazas de muerte. Prueban mi punto! México es mejor que eso!”.
J.J. Rendón tiene un amplio historial como sembrador de odios y tempestades. Presume en su currículum tener una trayectoria de 25 años y haber participado en al menos 28 campañas presidenciales de América Latina, entre las que incluye a Juan Orlando Hernández, de Honduras, Porfirio Lobo y Juan Manuel Santos, de Colombia, y también se presenta como “asesor de estrategia política” de Enrique Peña Nieto en la campaña de 2012.
En su propia página de internet se autodescribe como “gurú” de la estrategia política en América Latina y como el consultor “mejor pagado, más reconocido, más temido, más atacado, pero también el más solicitado y eficiente”. Incluso, se considera a sí mismo como “uno de los tres mejores del mundo”.
Sin embargo, perdemos la pista verdadera de la red de consultoras y compañías que están para sembrar el miedo y el pánico social. Ahí está, por ejemplo, el caso de Cambridge Analytica, la misma firma vinculada a Steve Bannon que asesoró a Donald Trump en su campaña en 2016.
En julio de 2017 la agencia Bloomberg informó que Cambridge Analytica se asoció con Pig.gi, una aplicación telefónica en México y Colombia que ofrece a 200 mil usuarios activos servicios gratuitos a cambio de ver anuncios, leer historias y realizar encuestas.
“La firma espera utilizar datos extraídos de Pig.gi para ayudar a un candidato en las elecciones presidenciales de julio de 2018 en México y varios partidos políticos ya han expresado su interés”, reportó la nota de la agencia Bloomberg.
Cambridge Analytica tiene su sede en Londres, es financiada por el multimillonario Robert Mercer, y ha sido criticada por su intervención en las campañas de polarización que dieron lugar al voto a favor del Brexit en Gran Bretaña o a las mentiras propagadas por los simpatizantes de Donald Trump en Estados Unidos.
“Hay una gran oportunidad en este país (México) para encontrar los temas que son importantes para la gente y realmente convencer a la gente de votar”, afirmó Brittany Kaiser, vicepresidenta de desarrollo empresarial de la firma, en entrevista con Bloomberg.
En ese momento, julio de 2017, un sondeo realizado por Pig.gi, cuyo grupo demográfico es joven, mexicano de clase media, le dio a López Obrador el 49% de preferencias, seguido por Margarita Zavala con 18%, de un total de 3 mil 666 encuestados. En ese momento ni Ricardo Anaya ni José Antonio Meade figuraban.
Informes internos de la campaña de Meade señalan que han contratado a Cambridge Analytica para modificar esa percepción favorable a López Obrador y orientar la campaña hacia el exsecretario de Hacienda. Y están utilizando su verdadero conocimiento: “Colonizar el algoritmo”.
El tema no pasa por la Constitución sino por el INE. ¿Una vez más quedará rebasado el árbitro frente a una contienda que pinta a ser el territorio de la guerra sucia en las redes?
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