5/27/2018

El futuro de la reforma energética: la tercera


José Antonio Rojas Nieto

Es cierto. Se tienen grandes retos en el ámbito energético de México. Uno de los más importantes es el abatimiento de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Las metas son muy ambiciosas: 30 por ciento de la llamada línea base (tendencial) en 2020. ¿Qué niveles de emisiones se asocian a esta línea tendencial?
Al considerar los datos oficiales de 1990 a 2012 de la llamada Quinta estimación oficial de GEI de 2012 (que actualizó y recalculó el inventario nacional y a partir de él se indicaron las metas nacionales al inicio de este sexenio), la tasa media anual de crecimiento en 20 años sería de 1.4 por ciento al año. Implicaría para 2020 un volumen de emisiones de GEI del orden de 864 millones de toneladas equivalentes de CO2. Y la meta de lograr una disminución de 30 supondría que el total de emisiones de GEI debería alcanzar, precisamente en 2020, un volumen ligeramente superior a 600 millones de toneladas de CO2 equivalente.
Los datos más recientes (identificada como Sexta Comunicación) se publican en el nuevo Inventario nacional de emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero 2015, que indican un total de emisiones en ese año del orden de 683 millones de toneladas de CO2 equivalente. No son necesariamente comparables a los que sustentaron las metas señaladas antes, por algunos cambios metodológicos. Estos mismos cambios obligaron a redefinir los datos históricos de la serie 1990 a 2015. Así, por ejemplo, en lugar de un total de 561 millones de toneladas para 1990, el nuevo dato histórico oficial es de 445 millones de toneladas. No obstante, el comportamiento histórico de 1990 en adelante es muy similar al de las anteriores series oficiales, la de la Quinta Comunicación.
Por ello, bien podemos continuar en el análisis de metas con base en los datos de la Quinta Comunicación, la de 2012. En particular notemos que para 2050 se planteó lograr un abatimiento absoluto de emisiones del orden de 50 por ciento del valor histórico registrado en 2000. Es decir, la mitad de un total de 640 millones de toneladas, dato oficial del inventario nacional ligado a la Quinta Comunicación.
El cumplimiento de ambas metas –la del abatimiento de 30 por ciento de las emisiones tendenciales en 2020 y de un abatimiento de 50 por ciento de las emisiones registradas en 2000 para el año 2050– exigen una disminución media anual de emisiones del orden de menos 2 por ciento. Es decir, las emisiones de cada año deben ser no más del 98 por ciento de las emisiones del año anterior. Esta exigencia es especialmente fuerte para la actividad que concentra más de 60 por ciento de las emisiones, justamente el consumo de combustibles.
Dos sectores son especialmente responsables. El del transporte representa casi 40 por ciento de las emisiones vinculadas al consumo de combustibles. Y el sector eléctrico, un tercio de las emisiones derivadas de ese consumo. El sector industrial participa con 15 por ciento más, y el 15 por ciento restante lo emiten el sector energía por su consumo propio y los sectores residencial, comercial y agrícola, también por su consumo de combustibles. ¿Quiénes, entonces, deberían desplegar mucho mayor esfuerzo para lograr el abatimiento de emisiones?
Pues sin eximir a los menos responsables de sus obligaciones, es indudable que las actividades de consumo de combustibles. Y ahí –justamente en ellas– la del consumo de combustibles en el transporte y la del consumo de combustibles en el sector eléctrico. Las conclusiones que se siguen son relativamente obvias. Sólo una producción de combustibles cada vez más limpios permitirá el abatimiento de emisiones de GEI formulado: combustibles limpios para el transporte y para la generación de electricidad.
Pero –asimismo y acaso de mucho mayor importancia– sólo una modificación estructural y radical de los patrones y hábitos de transporte permitirá dicho cumplimiento. Similarmente, sólo una modificación radical de los patrones de generación y consumo de electricidad también hará posible ese cumplimiento. Y nuevos hábitos sociales, personales y colectivos. ¡Van de por medio nuestra salud y nuestra vida!
Por ello, preguntarse por el futuro de la reforma energética es preguntarse sobre los nuevos marcos en los que deberán satisfacerse los requerimientos sociales de producción, comercialización y consumo de combustibles y de electricidad. Asimismo, sobre las formas alternativas de utilización y uso eficiente de las formas finales de energía. La reforma energética de este sexenio sólo consideró algunos aspectos. De forma limitada y, en muchas ocasiones, demagógica. Lo peor sería que un nuevo gobierno no lograra retomar de manera integral y global este asunto tan delicado para el país. Y que actuara en consecuencia. Sin duda.
NB me pregunta, amables lectores, dónde es posible encontrar el libro del doctor Víctor Rodríguez Padilla, Ronda cero, ronda uno que mencioné en mi anterior colaboración a La Jornada. Está en la librería de la Facultad de Economía de la UNAM en Ciudad Universitaria.

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